Porque te aseguramos que cuando conozcas la Selva Negra de Alemania vas a querer comprarte un billete de ida hasta allí, pero no de vuelta.
No te dejes engañar por todo el verde que hay a tu alrededor, estás en la Selva Negra (Schwarzwald), una famosa zona montañosa situada al sureste de Alemania, junto al valle del Rin. Se le llama así porque es un bosque tan cerrado y frondoso que prácticamente no permite que entre la luz del sol, pero eso apenas importa en cuanto descubres que la pureza del aire es excepcional.
Por eso se ha convertido en el destino turístico de los alemanes número 1, quienes incluso en los años 60 y 70 viajaban a ella para hacer curas de respiración. Con más de 150 kilómetros de norte a sur y unos 50 de este a oeste, la Selva Negra es el bosque continuo más grande del continente europeo.
Y además de densa vegetación, agua. El lago Titisee es el lago natural más grande de la Selva Negra, a 800 metros de altitud y demasiado concurrido durante los meses de temporada alta. Y si quieres dejarte deslumbrar por las cascadas de agua naturales, acude al río Gutach. Aquí incluso hay miradores con bancos para poder disfrutar del espectáculo (visual y sonoro) del agua chocando con las rocas.
El monte Feldberg, de casi 1500 metros de altura, es el punto más alto de la Selva Negra. Abrígate y mucho si planeas ascenderlo, ya que te espera un paisaje totalmente invernal y un manto de nieve más que probable. Te recomendamos, para añadirle un toque de romanticismo a tu viaje, que utilices el teleférico para recorrerlo, las vistas compensan cualquier posible sensación de vértigo que puedas tener allí arriba.
Y si el paisaje es de sueño, prepárate para descubrir algunos de los pueblos que esconde como auténticos tesoros este lugar. Primero, eso sí, tenemos que empezar refiriéndonos a su capital, Friburgo, considerada como la puerta de entrada a la Selva Negra.
Es una ciudad animada y universitaria que, rodeada de viñedos y pionera del ecologismo, puede presumir de ser la ciudad alemana con más días de sol al año. Es imprescindible que pasees por sus callecitas estrechas y sus plazas adoquinadas repletas de terrazas, y nos agradecerás que te recomendemos dirigir tus pasos hacia su catedral.
Además de por su arquitectura, es un lugar imperdible por su torre, ya que desde ella se obtiene una estupenda panorámica de la ciudad y los alrededores.
Y como a veces también apetece rascarse un poco el bolsillo, en la plaza de la catedral tienes una cita diaria (excepto los domingos) con el Bauernmarkt (mercado de los campesinos) y con el Händlermarkt (mercado de los comerciantes).
El primer pueblo que parece sacado de un cuento es Gengenbach, que además de servir de inspiración a todo tipo de artistas, y no es de extrañar, ha sido el escenario elegido para rodar varias escenas de la película ‘Charlie y la fábrica de chocolate’, dirigida por Tim Burton en el año 2005.
Si es espectacular durante cualquier época del año, en diciembre todavía más ya que aquí se encuentra el calendario de adviento más grande del mundo en las ventanas de su ayuntamiento.
Por otro lado, la Navidad no va a empezar hasta que no visites su mercado navideño (Weihnachtsmarkt), presidido por un gigantesco árbol luminoso.
Triberg es otra parada obligatoria en nuestro viaje, quizás el pueblo más conocido de la Selva Negra, sobre todo por sus relojes de cuco. Los primeros relojes de cuco comenzaron a fabricarse en esta región sobre 1740. De hecho, en la tienda ‘La casa de los mil relojes’ probablemente haya incluso más de 1000, aunque el más grande del mundo (y tiene un récord Guinness) no está allí, sino en un edificio aparte.
Cinco años fueron necesarios para construirlo y hoy se puede visitar por dentro. Aunque lo cierto es que la gente prefiere esperar fuera para ver y escuchar cantar, a las doce del mediodía, a un cuco de cuatro metros y medio. Además, típica de Triberg es la tarta Selva Negra. El Café Schäfer, establecimiento que conserva la receta original de esta tarta, se convierte en parada imprescindible para disfrutar de una porción.
Todo un lujo para los más golosos, ya que la tarta lleva bizcocho de chocolate, nata y orujo de cerezas.
Quizás Baden-Baden no tenga tanto encanto, pero sólo su casino ya merece una visita. Relacionada con el turismo de lujo, la ciudad, bastante sibarita, es famosa por sus balnearios, especialmente Caracalla, el más conocido de todo el país. Un lugar excepcional donde darse un capricho y retomar fuerzas antes de seguir descubriendo las maravillas de la Selva Negra.
Por último, no podemos marcharnos sin visitar Schiltach que, aunque no se encuentre entre los destinos más famosos, está atravesada por un río con casitas en su orilla. Este pueblo destaca por el bosque que rodea su casco medieval, con construcciones de entre los siglos XVI y XIX.
Bad Urach, Herrenberg, Calw o Altensteig, por citar algunos más, son otros motivos, con nombre propio, por los que vale la pena hacer la maleta y poner rumbo a la Selva Negra de Alemania.