La ciudad condal es un estupendo lugar en el que entregarse a este vicio que son las tapas. Estos bocados están para quitarse el sombrero.
Tapas 24 (C/ Diputació, 269)
Como un homenaje al “bareto” de toda la vida, así se define. Además de por sus manjares (que se pagan bien pagados) como la hamburguesa Mc Foie, los boquerones al limón o los huevos estrellados al gusto, este sitio es muy mítico por sus vermuts y los excelentes encurtidos con los que acompañarlo.
Bar Tomás (C/ Major de Sarrià, 49)
Situado en una de las zonas más chic de Barcelona, merece la pena por sus bravas. Quienes las han probado aseguran que son las mejores del mundo entero, lo cual compensa que el resto de sus tapas sean simplemente pasables.
Quimet & Quimet (C/ Poeta Cabanyes, 25)
La gente acude en masa, y por eso siempre está lleno (por eso y porque es muy pequeño) para degustar sus tapas en conserva y encurtidos. Los camareros son conocidos por su buen rollo, y nota para los mitómanos: está en la calle donde nació Serrat.
La Vermutería del Tano (C/Joan Blanques, 17)
A pesar de su nombre de local de diseño, es un local muy de barrio, del barrio de Gràcia, uno de los epicentros del ocio en Barcelona. Es un local típico de vermut, lo que significa que casi todas las tapas son de latas de conserva (sardinas, berberechos, olivas, navajas, etc.)
Tickets (Avinguda Paral·lel, 164)
Reto para los valientes: conseguir mesa en este bar de tapas de la mano del chef Ferran Adrià, que lo vigila muy de cerca para validar cada nueva tapa. Como te puedes imaginar, este local se aleja y mucho del concepto tradicional de los bares de tapas. Aquí todo es creatividad e innovación, como las ideas del cocinero. Prepárate para disfrutar de la salsa de tomate al mortero con cortezas de cerdo o el archiconocido jamón de todo de El Bulli.
Mosquito (C/ dels Carders, 46)
No te puedes ir de Barcelona sin probar las tapas de Mosquito, un bar de tapas asiáticas inspiradas en Vietnam, China y Corea que sin duda entran mejor acompañadas de una de las cervezas artesanas que preparan aquí, de un sabor del todo intenso. El centro de atención del local son los dumplings, unas empanadas orientales, que comparten el éxito con las sopas, los fideos y los platillos de verduras salteadas.
La Esquinica (C/ Fabra i Puig, 296)
Un local muy conocido con un surtido descomunal de tapas de calidad y en general, a un precio muy asequible. La bebida es a lo grande, en jarras de medio litro, ya sea cerveza, clara, calimocho o mirinda. Y si la grúa se te lleva el coche y los camareros se dan cuenta, avisan con una campana. A veces está tan lleno que hay que coger número y esperar mesa.
Bar Eletricitat (C/San Carles, 15)
Está en la Barceloneta, el antiguo barrio de pescadores de Barcelona, y es uno de los locales más conocidos y típicos de la ciudad, todavía a salvo del turismo masivo, no se sabe por cuánto tiempo, porque un enorme cartel en la fachada capta la atención de todo el que pasa por allí. Muy recomendables su ensaladilla rusa y la tortilla de patatas, pero déjate aconsejar por el gusto de los camareros.
El vaso de oro (C/ de Balboa, 6)
Bienvenido a un nuevo concepto de bar pionero sin mesas, abierto a la calle, con tapas y la cerveza bien tirada, lo cual parece fácil pero no siempre lo encontramos en los bares de tapas. Con los años, ha pasado de platos sencillos con los que acompañar el vermut a otros más elaborados que consiguen que un aperitivo sea una comida en toda regla. El ambiente es cosmopolita, muy al estilo de la Barceloneta, pero el trato con el cliente, la cocina y la bebida siguen siendo 100% auténticos.
La Bombeta (C/de la Maquinista, 3)
Y terminamos este repaso gastronómico con otra perla de la Barceloneta, muy famoso por sus bombas o bombetas, que consisten en suculentos pasteles de carne y patata con guindilla, rebozados. Sus camareros no tienen muchos fans, pero su cocina se lleva todos los aplausos. El local es realmente divertido. Al entrar, te recibirá una frase que te hará darte cuenta de ello: “no hablamos inglés pero hacemos unas bombas cojonudas”.
Gastronomía local
Degustar la gastronomía local es, además de un hecho cultural, un placer para los sentidos. La cocina catalana es una de las más afortunadas expresiones de la dieta mediterránea, con el aceite de oliva como elemento imprescindible para guisar y aderezar los productos frescos de la tierra y del mar. Son la base de la llamada cuina de mercat o cocina de mercado, elaborada con los mejores frutos de cada estación del año. Los calçots (cebollinos tiernos asados) en primavera, las setas en otoño y la escudella (sopa y cocido de carnes y verduras) en invierno son algunos de los platos más típicos. El sabroso “pa amb tomàquet” (pan con tomate), los embutidos locales y la inevitable paella de arroz, se encuentran en casi todos los establecimientos y durante todo el año.
Entre los postres más típicos están la crema catalana y el mel i mató (requesón con miel). La mayoría de estas delicias gastronómicas se sirven acompañadas de los ricos vinos catalanes. En el Penedés, Terra Alta o el Priotat, se producen caldos de calidad, bien blancos, secos o tintos aromáticos. Hay que mencionar también los cavas y licores de Vilafranca del Penedés y Sant Sadurní d´Anoia.