Es la celebración de la llegada de la efímera flor del cerezo. Una excusa perfecta para que los japoneses se reúnan a festejar con sus familiares y amigos.
Cada año se celebra uno de los festivales más importantes en Japón: el ‘hanami’. O lo que es lo mismo, acudir a ver los cerezos en flor, acontecimiento que ocurre con la llegada de la primavera, a finales de marzo y principios de abril. Todos los habitantes se arremolinan en parques y jardines a los pies de los ‘sakura’ (‘cerezo’ en japonés) con familiares y amigos celebrando algo tan simple como el nacimiento de las pequeñas flores blancas y rosadas.
Es común que los nipones acudan con horas de antelación para coger sitio en el césped. Allí extienden un mantel, casi siempre de color azul cielo, para el picnic que se llevará a cabo horas después. Muchas veces, incluso los compañeros de trabajo acuden juntos a ‘ver las flores’, que es el significado literal de la palabra ‘hanami’. Una vez reunidos, beben sake y toman los platos típicos que hayan llevado para la ocasión. Si la cita se alarga hasta la noche, la festividad se convierte en ‘yozakura’ (‘cerezos de noche’). Todo aquel que quiera participar es bien recibido a esta tradición cuya fecha viene marcada por la oficina de meteorología en el pronóstico de florecimiento anual (‘sakurazensen’).
La belleza de lo simple
Observar estas flores es una práctica que se ha venido celebrando desde el siglo VII, cuando los emperadores y aristócratas se inspiraban en sus exóticos jardines para escribir poemas y canciones. De esta forma reflejaban y veneraban a la naturaleza, uno de los principios del sintoísmo, pensamiento filosófico japonés. Este fenómeno de los cerezos dura sólo un par de semanas, ejemplo de la brevedad de la existencia y del rápido paso del tiempo. Una de las magias de este árbol es que su flor se deja llevar por el viento y cae antes de marchitarse. Por eso se ha ligado a la leyenda de los samurais, de quienes se decía que debían morir jóvenes y con honor en el campo de batalla, en lugar de ancianos.
El florecimiento de estos árboles cada año, señala Japón como el destino de muchos turistas. Es posible que realices un viaje deliberadamente para ‘hacer el hanami’, pero también puede coincidir que florezcan estando de viaje allí. Por eso existen lugares muy conocidos donde llevar a cabo este ritual según cada ciudad. Si estás en Tokio es casi obligado que acudas al Parque Ueno. En época de cerezos gana en belleza y tienes mucho que ver allí: el Museo Nacional de Tokio, el Museo Nacional de Ciencia de Japón, el Museo Nacional de Arte Occidental, varias capillas y hasta un zoológico.
Si estás en Kioto, acude al Santuario Heian, donde también a comienzos de abril se celebra un festival en honor del Emperador Kanmu; o viaja a Arashiyama, famoso por su bosque de bambú; o quizá prefieras ver los cerezos alineados a ambos lados del canal en el Paseo de los filósofos. Un lugar muy especial es el Parque Maruyama, el más grande de todos, con una atrayente iluminación nocturna y cuyo protagonista es un enorme ‘sakura’ milenario.
En Osaka, los jardines del castillo imperial son los mejores para admirar los cerezos, lo mismo que ocurre en la localidad de Himeji.
‘Hanami’ a la española
También puedes celebrarlo en suelo patrio. En 2015 tuvo lugar el primer ‘hanami’ en Coria del Río. Los vecinos de esta localidad sevillana pudieron disfrutar de un picnic en torno a estos tradicionales árboles a orillas del Guadalquivir en el Paseo Carlos de Mesa. La razón de esta nueva celebración en la agenda de la ciudad se debe a que fue allí donde el príncipe heredero de Japón plantó el primer ‘sakura’ en 2013, un gesto que han repetido multitud de ciudadanos japoneses. La fiesta se completó con talleres de origami, arreglo floral, caligrafía japonesa, exhibiciones de danzas y artes marciales, y recitales de poemas (‘haikus’) de primavera. También se celebrará este año.
Valle del Jerte: los cerezos más famosos
Pero si hay unos cerezos con renombre en España son los del Valle del Jerte. Esta región extremeña es Bien de Interés Cultural desde los años setenta. Durante los días de la floración toda la comarca recibe a miles de turistas ansiosos por ver el paisaje de más de un millón y medio de cerezos. La mejor manera de hacerlo es recorriendo los pueblos de la mancomunidad como Valdastillas, Cabrero, Rebollar, Jerte y Tornavacas, entre otros, a través de sus dos rutas en coche, una circular y otra lineal. Allí también se encuentra la Garganta de los infiernos, famosa por sus arroyos, cascadas y piscinas naturales formadas por la erosión del agua de los ríos.