La capital de Francia es la ciudad más turística del mundo con una media que ronda los 30 millones de visitantes anuales. Su oferta es colosal. Y cada viajero se enfrenta a esta urbe de manera distinta. Antes de planear el viaje, debemos ser conscientes de que tenemos ante nosotros una urbe superlativa que se transforma según las preferencias y perfiles del visitante. Siempre quedará la sensación de que hay que volver para conocerla mejor. Y aunque la visites mil veces, vas a querer volver.
Los indispensables: los tópicos más bellos
La lista de indispensables de París es inabarcable en un post, por tanto toca seleccionar. Pero hay visitas de obligada mención y que deben ocupar los primeros puestos de la lista. Por supuesto, no se puede hablar de París sin mencionar la eterna torre Eiffel. El ícono de la ciudad y el símbolo de Francia. Abruman sus 7.300 toneladas de acero y su peculiar estética de aspecto industrial. Por supuesto, las vistas desde lo alto de toda la ciudad son una de las experiencias que dejan huella.
París también es también la ciudad de los puentes. En total son 37 las pasarelas que cruzan el río Sena. Hay algunos míticos y otros tristemente famosos como el puente de Alma, situado al lado del túnel del mismo nombre donde tuvo lugar el accidente que acabó con la vida de Diana de Gales y Dodi Al Fayed, lleno de mensajes en recuerdo a la “princesa del pueblo”.
Otra de las visitas míticas es a la Isla de París, donde se encuentra la monumental catedral de Notre Dame (Nuestra Señora). Imposible no fijar la mirada en el majestuoso rosetón, siempre vigilado por las terroríficas gárgolas que decoran el templo.
El París de la bohemia
Quienes quieran empaparse del espíritu del París más bohemio pueden dirigirse a Montmartre, un barrio situado en lo alto de una colina a cuyos pies está el mítico Moulin Rouge, famosos gracias al pintor Toulouse-Lautrec quien inmortalizó toda esta zona de París. El ambiente artístico empapa el ambiente, y es el mejor lugar donde dejarse retratar por un artista. Encontrarás a muchos retratistas y caricaturistas por todo París, pero el lugar de concentración es la plaza del Tertre. Desde allí, aprovecha y escápate a la basílica de Sacre Coeur (Ságrado Corazón). Sientáte a descansar en sus escaleras y relájate un rato mientras contemplas la hermosa panorámica de París. Si puede ser al atardecer, mejor que mejor.
También la bohemia artística inunda las callejuelas que dan forma al también conocido barrio de Montparnasse. Se ubica en la otra orilla del Sena, donde se sitúa también la torre más alta de París, buena referencia para ubicarse en la ciudad. En esta “otra orilla” encontramos joyas como el barrio de está Saint-Germain des Prés, distrito donde se reunían los más grandes intelectuales franceses. Por ejemplo, Albert Camus o Jean Paul Sartre. Ambos adictos al todavía abierto Café Floré, donde recomiendo tomar algo y respirar profundamente pues es un lugar lleno de historia. También en esta zona está el bullicioso barrio Latino.
Y el Hotel des Invalides. El edificio se construyó allá por el siglo XVII como hospicio para los veteranos de guerra que se habían quedado sin hogar. Hoy en día, es visita obligada en bajo la cúpula dorada de la capilla descansan los restos de Napoleón Bonaparte.
París; la meca del arte
A la hora de hablar de Museos la cosa se complica. Hay en la capital francesa ¡más de 150 museos! y oferta de lo más variado. Pero como toca ser selectivo me decanto por dos que hay que ver sí o sí. Por supuesto, el museo del Louvre, uno de los centro de arte más importantes del mundo. Llama la atención su acceso, a través de pirámide de vidrio la cual a unos fascina y a otros espanta, inaugurada en 1989.
Antes de entrar, ¡ojo! Hay más de 35.000 obras de arte expuestas, y siempre hay exposiciones temporales interesantes. Por tanto, la visita al Louvre puede durar días. Pero como habitualmente los visitantes solo disponen de unas horas, han señalizado un recorrido rápido que pasa por las obras más famosas: la Gioconda, la Venus de Milo o La victoria de Samotracia…
Otro museo que merece la pena es el d’Orsay. Ubicado en una vieja estación de tren rehabilitada, es visita obligada para cita para quienes quieran ver de cerca a los grandes impresionistas y obras artistas varios con trabajos realizados entre 1848-1914. Desde Monet a Van Gogh, Degas, Toulouse Lautrec, Kandisnky o Rodin.
¿Donde comprar en París?
Ir de tiendas por París es una delicia. La oferta comercial es rica, variada y preciosista. París es una ciudad que marca tendencias y eso se aprecia nada más llegar.
La calle más comercial y donde encontrarás las tiendas de grandes cadenas es la de los Campos Elíseos. Nace esta avenida en el Arco de Triunfo y muere en la plaza de la Concordia. Si eres de los que buscas las grandes firmas y las marcas de lujo, debes dirigirte a la plaza de Vendôme. La oferta más alternativa, pero de alta gama, las encontrarás en la calle Faubourg- Saint-Honoré. Las tiendas de pequeños diseñadores y más vanguardistas se concentran en la zona de Le Marais, y en las callejuelas de los alrededores de Montmartre. Si te gustan los grandes almacenes, dirígete a las Galeries Lafayette (bulevar de Haussmann, 40).
¿Donde comer en París?
Francia en general y París en particular es tierra de gourmets. Destino para amantes del buen comer. Cabe destacar su oferta, deliciosa y muy variada. Durante tu estancia en París podrás degustar desde sencillos crepes, a la venta en cualquier puesto callejero o en restaurantes especializados en esta receta típica. O el llamado croque monsieur (sándwich de jamón y queso con bechamel) el cual encontrarás en la carta de cualquier “bistró”. O disfrutar de las creaciones de una rabiosa y nueva generación de chefs que han transformado la cocina tradicional francesa. La lista de restaurantes de moda es larga y cambiante, por tanto conviene informarse bien antes de partir, sobre todo para poder hacer reservas, obligadas en los locales que están de moda.
París es también una ciudad de repostería famosa. Resultan deliciosos desde los sencillos croissants de mantequilla o Pan ou Chocolat los cuales encontrarás en cualquier panaderíam donde no faltan las largas baguettes. Hasta los dulces preciados de trufa, cacao. O el ganache (crema de chocolate y nata). Ah, y no te vayas de París sin probar una tabla de quesos variados y sin beber un buen vino francés. Los mercados callejeros son un espectáculo sobre todo en lo que a gastronomía se refiere.
Pequeños rincones y grandes tesoros
Una vez que hemos visitado lo más típico toca disfrutar de los pequeños placeres que ofrece esta ciudad. Si tienes suerte y durante tu estancia luce el sol, no dejes de pasear por el jardín de las Tullerías, es una delicia.
Para soñar, dos rincones selectos do: la plaza de las Victoires y la plaza Vendôme, probablemente las más exclusivas de la capital y parada obligada para quienes tengan la tarjeta de crédito bien cargada. Más popular es la adoquinada plaza del Marché Sainte Catherine, pequeño tesoro situado en el encantador barrio de Le Marais.
Y por supuesto, apunta en la lista la visita a la iglesia de la Madeleine, a la Ópera. Al París más moderno con el arco de La Defensa como icono. Y no dejes de entrar al hermoso Palais Royal con sus columnas a rayas blancas y negras. Dicen que si consigues colocar una moneda en el centro de una de las columnas, significa que volverás a París.
Los cementerios de París
Si te sobra tiempo y te gustan las visitas diferentes, atento a tres cementerios que son el alma de París. El primero, el Père-Lachaise, es uno de los más antiguos, grandes y famosos camposantos del mundo. Abruma saber cuántas personalidades descansan en este lugar que casi casi parece un museo.
Entre las tumbas más visitadas, destacar la de Jim Morrison, el cantante del grupo The Doors. El mismo Morrison había visitado el cementerio unos días antes de morir (falleció por una sobredosis el 7 de julio de 1971 en un apartamento de París). Y había expresado, casi podemos decir que proféticamente, su deseo de ser enterrado allí mismo, al lado de otros genios del arte, la literatura, la música. Molière, Edith Piaf, Oscar Wilde, Modigliani, Marcel Proust, Chopin, María Callas, Delacroix… y tantos y tantos más.
También en París, en el corazón del que fue el ya mencionado barrio bohemio de Montmartre, se ubica el cementerio del mismo nombre donde reposan, también entre otros muchos: Emilio Zola, François Truffaut, Héctor Berlioz, Edgar Degas, Alejandro Dumas, Foucault…
Para concluir este propuesta pensada para amantes del «turismo funerario» una última referencia: el cementerio de Montparnasse, situado al sur de París, donde encontraron el reposo eterno Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, Julio Cortázar, Man Ray o Emil Cioran, quienes duermen ya para siempre rodeados de árboles y de otras miles de almas anónimas.
Una ciudad para pasear
Un último consejo. Una vez señalados todos los imprescindibles de París, recomiendo no obsesionarse. Efectivamente en París hay mucho que ver y la tentación inicial es querer verlo todo. Pero no hace falta. París es una ciudad en la que disfruta paseando sin rumbo, en busca de sorpresas. Dejen unas horas para empaparse del París más genuino y por favor, lleven un calzado cómodo. Las caminatas en esta ciudad que tanto se presta al paseo van a ser largas.
Durante el paseo, recomiendo mirar hacia arriba, para no perderse las hermosas azoteas. No dejes tampoco de sentarte en la terraza de cualquiera de los cientos de cafés que hay, los cuales, como verás, tienen las sillas dispuestas al frente. Es una vieja costumbre parisina, y así está pensado para que los parisinos puedan “ver y ser vistos”, como mandan las normas locales.
Cuando el cansancio haga su aparición, o para cruzar de una zona a otra de la ciudad, lo más rápido posible el mejor medio de transporte es el metro. Y también una de las opciones más baratas. El metro parisino tiene casi trescientas estaciones, cuya entrada se indica con una gran “M” amarilla. Y 16 líneas, numeradas de la 1 a la 14, más la 3 bis y la 7 bis. Funciona todos los días desde las cinco y media de la mañana hasta la una de la madrugada. El billete sencillo es válido durante dos horas, siempre que no salga de la red de metro. ¡Ojo! No lo tires hasta el final, ya que en algunas estaciones tienes que volver a introducir el billete para poder salir a la calle.
Para trayectos más largos, y para acceder a ciertas zonas de París, lo mejor es coger el RER (Réseau Express Régional), una red de ferrocarriles con cinco líneas que funciona más o menos igual que el metro. La única diferencia es que hay que volver a validar el billete a la salida, aunque si la estación de RER está conectada con el metro, puede hacerse la correspondencia con el mismo billete. Circula todos los días, desde las cinco y media de la mañana hasta las doce y media de la noche.
Y si han visto ya todo lo enumerado, y disfrutado de los pequeños placeres, no olviden que la visita no ha hecho más que empezar. Y París es una ciudad a la que volverás. Seguro.