Vietnam nos embriagaba con sus infinitos encantos y queríamos seguir descubriendo sus contrastes.
Ho Chi Minh
Cogimos un vuelo en Da Nang y fuimos directos a la conocida popularmente como Saigón, situada cerca de la desembocadura del río con el mismo nombre. Es la ciudad más grande del país. En el pasado fue tierra de Camboya y cambió de manos a cambio de la hija de un Rey. Estuvo en manos de los franceses durante 100 años y más tarde fue la capital de Vietnam del Sur antes de la unificación. Hoy está bautizada como Ho Chi Minh, nombre del presidente más célebre de la nación.
Aterrizamos en el aeropuerto y por lo equivalente a 15 € nos subimos a un taxi que nos llevó al centro neurálgico de la urbe al ritmo de ‘Modern Talking’ ALL THE BEST.
Desde la ventanilla comprobamos que las motos seguían siendo el vehículo fetiche de Vietnam, también en el sur. Ho Chi Minh es la ciudad con más motocicletas del mundo.
El tráfico era impracticable. Tras un arduo camino avanzando entre las telarañas de sus calles, llegamos al centro neurálgico, la calle Bui Vien, distrito 1.
Las calles en el núcleo urbano eran estrechas y angostas, pero decoradas con gran mimo dentro de su organizado caos y es fácil perderse en las sonrisas salpicadas que te invitan a entrar en sus locales.
Una vez más repetimos el gesto de lanzar nuestras mochilas a la cama, ponernos una camiseta limpia y salimos a devorar las calles.
Caminamos mientras sorteábamos todos los vehículos de dos ruedas que nos saltaban al paso y llegamos a la Basílica de Notre-Dame, la Oficina de Correos que utilizaron los franceses, el Palacio de la Reunificación, la Ópera…
Nos detuvimos en el Museo de la Guerra, un tributo a un conflicto que cambió el devenir de la humanidad.
Los vietnamitas utilizan la guerra para concienciar a sus habitantes de lo que pasó, de lo horrible que fue, y de que juntos consiguieron vencer al enemigo más potente del planeta.
Están expuestos varios carros de combate, aviones, lanchas… y en el interior hay ejemplos de las atrocidades que se sucedieron por ambos bandos. Cómo eran las celdas, las torturas a las que sometían a los soldados y los efectos secundarios que tuvieron las bombas de Napalm en las siguientes generaciones.
El conflicto se trata de una manera muy respetuosa y objetiva, incluso hablan de casos donde combatientes americanos rescataron a ciudadanos vietnamitas porque los propios estadounidenses sentían que habían enloquecido masacrando a civiles a los que hicieron saltar sus casas por los aires.
Continuamos nuestro periplo por la ciudad y cogimos un tuc tuc para llegar al mercado más famoso de la metrópoli, Ben Thanh. Si has visto más mercados asiáticos de este tipo, es una fotocopia más. El lugar donde más turistas había por metro cuadrado. Salimos rápido de allí.
Volvimos al hotel para darnos un baño y prepararnos para la noche, anhelábamos un refresco bien frío y nos habían hablado de las mejores vistas del río iluminado con las luces de neón. Directos a la torre Bitexco.
Conocimos a unos travellers de Reino Unido y cerramos la jornada en la calle con más marcha, donde teníamos el hotel, la calle Bui Vien.
Era noche de sábado. Terrazas con vietnamitas mezclados con lenguajes de todo el mundo compartían risas, bebidas y bailes mientras la música y el buen ambiente envolvía aceras y pubs con las puertas abiertas.
Túneles de Cuchi
Amaneció y nos subimos a un autobús que en cuestión de dos horas llegó a una de las zonas más calientes de la guerra contra los estadounidenses, Cuchi.
Una cosa es leer, escuchar y ver testimonios sobre aquellos negros días, y otra es revivirlos ‘in situ’.
La capacidad de sobrevivir fue increíble del ejército del llamado Vietcong, (Frente de Liberación Nacional). Vivió bajo el suelo de la selva para atacar al enemigo saliendo desde la tierra como si fueran fantasmas.
Vivían durante varios meses en conductos similares a los de un hormiguero. Las estancias se conectaban al exterior por pequeños agujeros camuflados con hojarasca o que sólo eran accesibles cuando bajaba la corriente del río. Cuando los estadounidenses encontraban las tomas de aire en las bases de los árboles, echaban bombas de humo, pero los recorridos subterráneos tenían varias compuertas que impedían que los gases inundaran todo el interior.
Me llamó la atención que las raíces de la planta tapioca servían para alimentar a los soldados durante varios meses, que las serpientes que mataban a los americanos también formaban parte del menú vietnamita y que para cocinar, canalizaban el humo para que saliera al exterior en baja altura y así no ser descubiertos por columnas de humo que los delataran en el medio de la jungla.
Construían trampas desgarradoras que camuflaban entre las plantas y dejaban en el camino sandalias de gran tamaño para que los estadounidenses pensaran que había soldados enormes del Vietcong, que podrían haber perdido sus zapatillas.
Delta del Mekong
Faltaba en nuestro viaje visitar otra de las joyas de la corona, el Delta del Mekong.
Cogimos un ‘sleeping bus’ y tras un puñado de horas nos encontramos en Can Tho, una ciudad anexa al mercado flotante más famoso de la zona. Quedamos a las 6 de la mañana con nuestro guía y vimos amanecer sobre una barca donde sólo íbamos Mekel (nuestro guía), la barquera, Alberto y yo.
Lo mejor es llegar cuando todavía está todo oscuro y ver nacer el día en medio de las actividades de unos comerciantes que tienen prisa por volver a tierra firme con el botín.
Vietnam
Continuamos adentrándonos en el famoso río y llegamos a la zona que más me sobrecogió, de repente parecía que habíamos llegado al Amazonas.
Phu Quoc
Queríamos dejar la guinda para el final. Tras grandes ciudades, ruinas milenarias y una bahía que era famosa en todos los libros de geografía, queríamos disfrutar de la playa más top del país, Sao Beach, en Phu Quoc.
Al día siguiente repetimos la estrategia del ‘sleeping bus’ hasta llegar al embarcadero donde cogimos el barco que nos trasladó a la isla del suroeste del mapa.
Nos subimos a un furgón y el conductor nos dejó en el último albergue que nos iba a alojar en el viaje, cerca de la playa del oeste.
Los mejores hoteles se reparten sobre todo en tres sitios: Duong Dong, Long Beach y An Thoi.
Dejamos el equipaje y alquilamos una moto por lo equivalente a 8 € el día, para seguir recortando la costa hacia el norte. Estaba anocheciendo y para cenar nos habían aconsejado un local que se adentraba sobre la orilla del mar, el Rory’s Beach Bar. Pequeñas mesas de madera decoradas con velas en la arena de la playa, una barra con música chill-out y un menú sugerente para cerrar la primera noche en la isla más paradisíaca del país.
Sao Beach, la mejor playa de Vietnam
Amanecimos, desayunamos fruta y tostadas y nos montamos en la moto directos a Sao Beach.
Un trayecto de pocos kilómetros en Phu Quoc siempre se hará largo. Había una gran autopista que cruzaba la isla, pero las señales eran escasas y muy poca gente hablaba inglés. Finalmente llegamos a un camino de tierra que nos condujo hasta La Playa.
Aparcamos nuestra vieja motocicleta en un pequeño aparcamiento de arena y caminamos hasta la orilla. Una lengua de arena blanca, agua turquesa y un monte verde frondoso nos envolvió en un entorno idílico capturado de la mejor postal de Indonesia. Había una zona donde se concentraban las hamacas y algún chiringuito para comer marisco fresco y barato, pero preferimos apurar la costa y en la zona izquierda según miramos al mar, encontramos una playa salvaje y virgen. Sólo había palmeras, cocoteros, plantas con hojas de varios metros y arena.
La única pega de Sao Beach, y Phu Quoc en general, es la basura que puedes encontrar y te da una bofetada de realidad en medio del paraíso.
Faro de Cau Rock (Templo Cua)
Quisimos ver ponerse el sol en el faro de Cau Rock, el más al oeste de Vietnam. Otro tramo esquivando motos, vehículos de todo tipo y sorteando las grietas de la calzada. Llegamos a una zona plagada de habitantes autóctonos. Mucha gente del pueblo se reunía en la bahía para comer y chapotear en el mar que bañaba el puerto. Al final del recorrido una torre albergaba el faro. Subimos hasta arriba y encontramos un mirador copado con una bandera del país.
Allí encontramos un grupo de cuatro estudiantes vietnamitas, que al vernos quisieron saber más de nuestra vida. Kimly, Xuán, Dang y Long eran colegiales del curso que precedía a la universidad. Nos llamó la atención el buen nivel de inglés que tenían y las ganas por conocer nuestro día a día. Eran conscientes de que Vietnam era un país emergente, y si seguían estudiando probablemente conseguirían ser como sus padres, con un futuro próspero pero limitado a obtener un empleo dentro del país y formar una familia de la que no se podía disfrutar por trabajar de sol a sol. Envidiaban nuestra capacidad para viajar y la perspectiva de que la vida era para disfrutar, no sólo para trabajar. Eran conscientes que estar sometidos a un modelo comunista les reducía las posibilidades de desenvolverse en un entorno más libre en el futuro.
Dinh Cau Night Market
Cayó la noche y muy cerca de allí estaba el Dinh Cau Night Market. Un mercado donde era muy fácil ver falsificaciones y souvenirs traídos de China. Lo que nos dejó boquiabiertos fue el tipo marisco expuesto en varias peceras, desde cangrejos, bogavantes y hasta tiburones, listos para servirse en tu plato.
Decidimos comer algo más ligero y poner la guinda a la jornada con un relajante masaje. Por 10 € la hora fue fácil encontrar centros de spa y bienestar con profesionales que alivian todo el cansancio muscular del viaje y recuperan cualquier sobrecarga. Me genera gran admiración cómo la cultura asiática venera la conexión entre cuerpo y mente para llegar al nirvana.
Volvimos al hotel sobre nuestra moto. Era aconsejable viajar siempre de día, las vías estaban muy poco iluminadas y los conductores no eran famosos por utilizar los intermitentes. Pero somos expertos en no seguir nuestros propios consejos y muchas veces se nos fue el sol sobre el asfalto.
Finalmente llegamos al hotel, era la última vez que íbamos a dormir en territorio vietnamita. Hice un repaso sobre todo lo que habíamos vivido y me quedé dormido sin darme cuenta.
Enamorado de las buenas aventuras, enamorado de viajar libre. Gracias a mi amigo Alberto, que siempre está ahí. Hasta la próxima Aventuheros.
¿Con 15 días tengo tiempo suficiente para hacer la misma ruta?
¿En verano suele hacer buen tiempo??
Quiero ir con mi chica y Vietnam es uno de los destinos que estamos pensando.
Gracias!
Hola Rubén! Con 15 días tienes tiempo pero no vas a descansar mucho, pisarás el acelerador pero ¡disfrutarás si te gusta la aventura, la cultura asiática y vivir veloz!
En verano hace buen tiempo, puede que algún chubasco casual, pero a mí me hizo un clima de 10.
Un abrazo.