El viaje por Egipto continua, y dejarme que os diga algo porque de verdad, después de conocer mucho mundo, es lo que pienso y siento respecto del lugar con el que empezamos el relato de la segunda parte de nuestro viaje a Egipto;
«Si hay un top 10 de lugares que visitar en el mundo, uno es Abu Simbel»
Abu Simbel
Hicimos un esfuerzo enorme para levantarnos a las tres de la mañana y nos recogió en Asuán un convoy de varios vehículos custodiados por el ejército egipcio. Directos a Nubia, hacia la ribera occidental del lago Nasser.
Tras cuatro horas atravesando desierto en su máximo esplendor, inmensos espejismos en interminables valles de arena y ver entre legañas un amanecer puro en un cielo desnudo, llegamos al checkpoint donde los soldados y la policía comprobaban nuestros pasaportes para permitirnos el paso.
Abandonamos el furgón y pusimos rumbo a pie al templo de Abu Simbel. Cuando doblamos la última curva del camino y descendimos la rampa de arena que daba al mausoleo, descubrimos que era un lugar absolutamente sobrecogedor.
El megamadrugón había merecido la pena, estábamos prácticamente solos en una de las maravillas más famosas del globo.
Qué ver en Abu Simbel
Templo de Ramsés II
33 metros de imponente fachada nos daban la bienvenida. En la puerta principal, cuatro enormes esculturas de más de 20 metros representando a Ramsés con diferente simbología custodiaban la entrada. Caminamos sobre un pasadizo de madera que nos conducía a las entrañas del legendario templo. En las salas interiores se contaba la victoria en la importante batalla en Canaán y los hitos más famosos del reinado del faraón.
Una de las curiosidades que más me llamaron la atención fue que los días 21 de octubre y 21 de febrero, los rayos del sol se adentraban hasta el final de la sala interior e iluminaban tres de las cuatro estatuas que la presidían, excepto la del dios Ptah, el dios del inframundo.
Ramsés II ordenó levantar el templo en el siglo XVIII a.C. para conmemorar el triunfo de Kadesh contra los asiáticos hititas. Y en 1962 el complejo al completo tuvo que ser reubicado en una zona más elevada para que no se inundara por el crecimiento de la presa.
Templo de Nefertari
Muy cerca encontramos el Templo de Nefertari, que se levantó en honor a su esposa del mismo nombre.
Seis esculturas más pequeñas que las del gran templo, cuatro de Ramsés y dos de Nefertari, nos recibieron para darnos paso a una sala que constaba de seis robustas columnas centrales y varias salas contiguas. Las cámaras estaban repletas de historias en clave de jeroglífico que resaltaban los sacrificios que ofrecieron Ramsés y Nefertari a los dioses. Definitivamente me enamoré de ese lugar.
Nos habíamos ganado el derecho a volver a nuestro furgón para cerrar los ojos y descansar mientras el traqueteo del camino de vuelta nos invitaba a saborear entre sueños las maravillas que acabábamos de visitar.
Sigue el resto del viaje: