Canadá ofrece tantas variables al viajero como grande es su extensión. Nosotros optamos por una ruta de 10 días por su costa este antes de que llegue el frío.
Días 1 a 3: Toronto y las Cataratas del Niágara
Nuestro viaje arranca en Toronto, capital de la provincia de Ontario. Con más de dos millones y medio de habitantes, es la ciudad más grande de Canadá y su motor financiero. Nos daremos cuenta rápidamente de la multiculturalidad que desprenden sus calles, y es que el 49% de la población es inmigrante. Una buena opción para echar un primer vistazo es subir a la CN Tower, la gigantesca figura reinante del ‘skyline’ de la ciudad. Tiene un observatorio a 351 metros de altura. Desde allí se alcanza a ver el Lago Ontario y, en una zona no apta para gente con vértigo, se puede observar el vacío que nos separa de la calle a través de un suelo de cristal. Al volver a tierra firme, podremos dar un paseo por la Old City, con zonas de estilo colonial.
El segundo día también será del agrado de los amantes de las alturas: las famosas Cataratas del Niágara, aquellas en las que el Hombre de acero salvaba a un niño de su terrible caída en ‘Superman II’. El trayecto en autobús supone una hora y media de duración. Al llegar comprobaremos que se trata de un pueblo entregado al 100% al turismo. Puede resultar decepcionante su casco urbano si uno esperaba una aldea idílica, pero no las impresionantes vistas del río Niágara precipitándose sobre un desnivel de 51 metros de altura. Los más valientes pueden darse un paseo en helicóptero, lancha o crucero.
En nuestro tercer día procedemos a tachar otra de las citas imprescindibles en Toronto: probar el salmón ahumado. Atrévete con American Candy, una variedad curada en jarabe de arce con un toque picante. Y de beber, Ice wine, vino típico elaborado después de que la viña se haya congelado. Para hacer hambre, nos podemos dar paseos por Queen’s Park, cerca del centro (Downtown), donde encontraremos la sede del Gobierno provincial.
Días 4 a 6: Mil Islas, Kingston y Ottawa
Foto: Marisina / Shutterstock.com
Dejamos Toronto y, a unas tres horas y media, paramos a ver la región de las Mil Islas, en las inmediaciones de Kingston. Allí cogemos uno de los barcos que recorren las cientos de islas que pueblan el río San Lorenzo. Un recomendable paseo veraniego con cruceros que pueden oscilar entre una y cinco horas. Hay que tener en cuenta que este río está en la frontera con EE.UU., así que si no llevamos visado para este país no podremos hacer los recorridos largos que pisan su territorio. Kingston es una ciudad preciosa en los meses estivales, así que a la mañana siguiente visitamos los principales lugares de la localidad: la antigua prisión, el Cementerio de Cataraqui y la Universidad de Queens. Después de comer, seguimos nuestro camino hasta la capital de Canadá, Ottawa. Lo primero que nos llamará la atención es la cantidad de zonas verdes que tiene la ciudad, con más de 3.000 hectáreas de parques y zonas de juego, así que antes de cenar nos relajaremos dando un paseo en crucero por el río Cruise. Al día siguiente, recorremos sus sitios más icónicos: el Parlamento, el National War Memorial, la Corte Suprema, el Canal Rideau, la Galería Nacional de Canadá y el Museo Canadiense de la Civilización.
Días 7 y 8: Québec
Foto: © Claudel Huot
Nos hemos pegado un buen madrugón para llegar a la ciudad más antigua del país, ideal para recorrer andando en los meses de calor, así que por la mañana veremos la antigua y romántica ciudad amurallada, con todo el esplendor de su esencia europea (cabe recordar que aquí el idioma oficial es el francés). Por la tarde podemos hacer una excursión hasta la Isla de Orleáns (a 40 minutos en autobús desde el centro), que flota en mitad del río San Lorenzo. Allí se puede disfrutar de sus pequeños pueblos, la Costa de Beaupre, la cascada del Cañón de Santa Ana y, sobre todo, de las Cataratas Montmroency, que nada tienen que envidiar a las de Niágara (de hecho, son más altas, con 83 metros de altura). Al día siguiente haremos otro de esos planes que solo se puede hacer en los meses de calor (entre mayo y octubre): observar ballenas en la región de Saguenay, zona poblada por artistas y bohemios. De nuevo en el río San Lorenzo, en la confluencia con el río Saguenay, sale un barco con un recorrido de tres horas que hace un verdadero safari fotográfico entre los cetáceos.
Días 9 y 10: Montreal
Foto: Ping Ye / Shutterstock.com
El último destino de nuestro viaje es Montreal, segunda ciudad más poblada de Canadá, así que nos dedicaremos a recorrer sus calles en nuestros dos últimos días. Lo mejor de todo es que comeremos bastante bien por un precio asequible. El centro neurálgico de la ciudad es la Place d’Armes, en la que podemos encontrar la Basílica de Notre Dame. De estructura similar a la de París, en su interior neogótico podremos ver las distintas tallas de madera, esculturas y pinturas con motivos religiosos. La ciudad vieja es muy recomendable, así como el puerto, la zona del Parque Olímpico, el Museo de Bellas Artes, el mágico Jardín Botánico o el bohemio barrio de Plateau. Si no nos apetece ir a pie, podemos dar un paseo en Jet Boat por los rápidos de Lachine, alquilar una bicicleta para pedalear por sus carriles bici o recorrer el circuito de Fórmula 1.