ZANZÍBAR, UN PARAÍSO TROPICAL CON ALMA AFRICANA
Hay un lugar donde eclosiona la magia del corazón de África con playas salvajes, sobrecogedoras y hermosas a partes iguales.
Agrietadas ciudades de piedra con raíces europeas que hablan del paso de potencias portuguesas e inglesas.
Rastro de culturas persas, árabes y musulmanes en cada mirada. Junglas que abrazan impracticables carreteras y paisajes tan impactantes que zarandean al viajero acostumbrado al asfalto, al humo y al cristal de cualquier ciudad occidental. Bienvenid@ a Zanzíbar.
Zanzíbar significa ‘costa de los negros’ y comprende dos islas al este de Tanzania, la llamada Unguja o Zanzíbar y Pemba, que son conocidas también como islas islas Molucas. En su historia hay huellas profundas del colonialismo portugués, inglés y árabe.
También hay relatos de largos y oscuros años de comercio de esclavos, es famoso por sus especias y es lugar de paso de centenares de etnias que han hecho de Zanzíbar una mezcla incomparable de culturas, colores y creencias que la hacen única.
En 1963 consiguió la independencia, y tras varias guerras libradas entre sus habitantes se anexionó a su vecina Tanganika formando el país de Tanzania.
Nuestro avión aterrizó al atardecer, muy cerca de la capital, Stone Town, y sabíamos cuál queríamos que fuera nuestra ruta nada más poner los pies en suelo tanzano:
Nada más llegar al aeropuerto Kisauni, Martina y yo nos bajamos al asfalto de la pista por la escalerilla móvil. La humedad y la suave brisa marina nos acariciaron la piel, tras recoger las mochilas nos pidieron la cartilla de verificación de la vacuna de la fiebre amarilla y pagamos religiosamente el visado para entrar al país. Cambiamos euros por chelines tanzanos (unos 25.000 TZS al cambio de 10€) y pusimos rumbo a la capital.
En la puerta del parking nos esperaba Dennis, un joven pero experto conductor cortesía de Viajes Carrefour que conocía toda la isla mejor que la palma de su mano.
La distancia que nos separaba de Stone Town eran pocos kilómetros, pero se nos hizo de noche en el trayecto.
Comprobamos que no puedes ir con prisa si vas de ruta por la isla, las carreteras a menudo se convierten en sinuosos y atragantados caminos de barro que invitan a tomarse con paciencia cada trayecto y disfrutar del paisaje.
STONE TOWN
Llegamos a la capital de noche. Descubrimos una ciudad con el corazón de piedra, el fuerte habla de tiempos pasados donde los esclavos eran uno de los principales atractivos para traficantes de personas.
Las omnipresentes murallas de hormigón eran el testimonio del paso de las colonias europeas y los comerciantes intentaban seducir a propios y extraños con su comida callejera y sus tiendas de souvenirs.
El centro urbano se había transformado en la zona hotelera más exclusiva y los lugares ligados a Livingstone y Freddie Mercury se habían convertido en grandes reclamos para los viajeros.
El Palacio del Sultán, la Casa de las Maravillas y el Fuerte Viejo también se encuentran entre el TOP 5 de los sitios favoritos de los visitantes.
MATEMWE
Pusimos rumbo a la costa noreste del mapa, donde teníamos nuestro hotel esperándonos para pasar la primera noche. Recuerda que los trayectos en coche sobre la piel de la isla son muy lentos, condicionarán tu viaje.
Las carreteras profundas de Zanzíbar por supuesto no están iluminadas, la única luz que veíamos a través del cristal era la del coche de Dennis y la de los vehículos que se cruzaban con nosotros de vez en cuando.
Tras un recorrido de casi una hora por fin llegamos a nuestra cabaña, que prometía unas vistas brutales del mar, como se confirmó a la mañana siguiente… Dale al play y compruébalo!
La luz del alba nos tenía guardada una imagen tan bonita que era difícil de creer. La playa de arena blanca infinita, casi desierta, se desplegaba ante nuestros pies descalzos. Se apoderó de nosotros una sensación de náufragos, por encontrarnos solos, y de privilegiados, por ser los únicos en disfrutar de un lugar idílico…
…y cuando digo los únicos…
…digo LOS ÚNICOS…
No teníamos mucho tiempo porque queríamos aprovechar el momento perfecto para avistar los peces más cariñosos del mar, los delfines. Dennis nos prometió llevarnos al lugar donde juguetean en manada y no podía creerme que los iba a ver bailar en libertad.
NADAR CON DELFINES EN LIBERTAD
Al noreste de Matemwe hay una zona que muy pocos conocen. No hay barcos de turistas esperando tomar la fotografía como en otras zonas del planeta, no hay cruceros, ni chiringuitos en la costa, hay otra playa tan bella que parece irreal, como antesala de un espectáculo inolvidable que nos esperaba bajo las olas…
Nos subimos a un pequeño bote, con Dennis a bordo y un capitán que vestía únicamente un desgastado bañador castigado por la sal y una enorme sonrisa con algunas piezas ausentes, pero que destellaba un resplandor al alcance de muy pocas perlas y diamantes.
Para ser sinceros, yo era bastante escéptico.
Había leído que la ruta para ver los delfines en libertad era en el sur, además creía que habíamos llegado tarde y que bajo un manto tan grande de agua, encontrar a una pequeña manada de delfines era más difícil que encontrar una aguja en un pajar… ¡Qué equivocado estaba!
Tenía el corazón a mil por hora cuando a los pocos minutos de marcha vi asomarse tantos lomos de delfines al mismo tiempo.
Me puse las gafas del revés por la emoción del momento y me tiré al agua sin el tubo, me lo tuvieron que lanzar desde el bote.
No quería que se fuesen todos esos delfines sin poder nadar con ellos, pero me tranquilicé cuando vi que disfrutaban buceando a mi paso.
Me rodeaban y se iban a las profundidades a su merced. Gracias a las aletas conseguía mantener (a duras penas) su velocidad. ¡Conté alrededor de 100! Escuchaba sus sonidos debajo del agua y mientras grababa con mi cámara acuática me sentía la persona más afortunada del mundo.
Aquí te dejo el testimonio de una de las experiencias más brutales que he disfrutado en mi frenética vida de viajero viejoven
Sólo por ese ratito, que se me pasó volatilizado pero fue más de una hora, diría que el viaje entero a Zanzíbar mereció la pena.
Para inmortalizar una playa que nos ofreció una experiencia inolvidable, tuvimos tiempo para hacer algunas fotografías y demostrar a mamá que estábamos lejos de casa, pero estábamos bien…
POBLADOS
Lo bueno de que el precario estado de las carreteras obligue a los vehículos a ir despacio, es que pudimos saborear las vistas de cada pequeño viaje.
Atravesamos decenas de poblados siempre que íbamos a cualquier destino del mapa y pudimos empaparnos del día a día de sus gentes.
Nos miraban curiosos, a veces recelosos, aunque casi siempre felices y con los brazos abiertos. Los más pequeños demostraban energía exuberante y lucían sonrisas que no les cabían en sus mofletes.
Ellas llevaban vestidos coloridos y casi siempre con velo, desde bien pequeñitas.
A todas luces eran las que se encargaban de la familia, de las tareas del hogar y también de las labores del campo.
Ellos sobre todo se dedicaban a la pesca, al comercio y al turismo.
NUNGWI
Si has leído algo sobre Zanzíbar, habrás escuchado que al norte se encuentra una de las zonas con más vida de la isla, Nungwi: varios hoteles con salida directa a una inmensa piscina que mira hacia el mar, pulsera y todo incluido, gran cantidad de barcos buscando el mejor sitio para disfrutar del atardecer, gente de aquí y de allí jugando al vóley playa, viajeros de todo el mundo brindando con mojitos de ron tanzano, grandes tiendas de recuerdos y de arte africano… A nosotros, con una visita a aquel lugar fue suficiente.
Decidimos distanciarnos de la algarabía y poner el broche a un día redondo con un redondo sol amarillo incandescente que firmó un mágico atardecer.
Sigue la ruta de nuestro viaje a través de Zanzíbar en el siguiente post.
Aventuherízate, es la mejor manera de escapar de la rutina 😀
#Aventuhero

