
Semuc Champey
«Allá arriba, en la cima de la jungla, a casi un kilómetro de altura, hay un balcón con las vistas más bonitas de la selva que colorea el cinturón de América». Aldeano anónimo próximo a Lanquín.
A las 8:00h am, lo que en Guatemala es bien entrada la mañana, cogimos en Panajachel una de las furgonetas que trasladaban a los extranjeros más aventurados de un lado a otro del país. La ruta era larga, llegaríamos de noche a Lanquín y allí cogeríamos una camioneta que nos dejaría a las puertas de Semuc Champey antes de dormir. El paseo sería muy incómodo, tedioso y a veces peligroso, pero intentamos coger primera fila, aún así no nos lo queríamos perder.
Te aconsejo encarecidamente que no te quedes en el pueblo de Lanquín. Lo mejor es hacer noche en uno de los hostales que hay dentro de Semuc Champey, nosotros escogimos El Portal.
Al llegar al albergue, tras un interminable viaje en las furgonetas más incómodas del planeta, descubrimos que sólo había electricidad unas pocas horas, agua fría y por supuesto ni rastro de señal de WiFi. Por nosotros, ningún problema. Cayó la noche. Cenamos algo en la terraza con perfectas vistas a una inmensa oscuridad, y tuvimos algún visitante inesperado…
Con el estómago lleno y la batería de nuestro cuerpo vacía, nos tiramos en la cama, cerramos la mosquitera y nos dejamos llevar con los ojos cerrados por la banda sonora de las más de 150 especies de los animales que viven alrededor. Dormir en el corazón de la jungla es una experiencia única.
Como en cada viaje, nos despertamos poco después del amanecer y fuimos directos al Parque. Si madrugas, conseguirás entrar al enclave cuando el resto de visitantes estén aún de camino. Así lo tendrás todo para ti sol@.
El verde, las nubes bajas, los cánticos de los pájaros y los abrazos de una selva salvaje nos dieron la bienvenida. Ascendimos durante unos cuarenta minutos una caminata donde tuvimos que ayudarnos de piernas y brazos para salir adelante, y así llegamos al punto más bonito de la jungla.
Sobre una firme base de madera elevada a casi 1.000 metros de altura, tuvimos vistas de pájaro a un río que sucumbía bajo un puente natural plagado de terrazas y pozas afrodisíacas. En las entrañas de la roca, grutas sinuosas e inundadas de aguadulce escarbaban la montaña. Lo llamaban (río que se esconde bajo las piedras), hoy se le conoce como Semuc Champey.
Compramos algo de fruta a una familia que vivía de llevar naranjas, piñas y plátanos a los visitantes, y seguimos la ruta.
Nos zambullimos en las aguas del río, nos enredamos entre sus grutas y nos perdimos en su cueva, donde con la ayuda de una vela alumbramos el recorrido de más de un kilómetro de saltos y pozas subterráneas. Para terminar, nos deslizamos sobre la corriente a lomos de un donut gigante.
Flores
Nuevo amanecer. Nos subimos a un nuevo furgón hacia Flores, dentro del territorio de Petén, otro de los puntos marcados en rojo en el mapa. Un nuevo puñado de horas disfrutando de cada curva hasta que llegamos a nuestro destino. Su nombre era acuñado en honor a un héroe de la historia local llamado Cirilo Flores.
Atravesamos la pasarela que lo conectaba con el resto de la población y descubrimos una isla recogida, con empinadas cuestas, fachadas coloridas y ubicada dentro del llamado lago Peten Itzá. Los tuk tuks afloraban desde cada callejón y era fácil descubrir tiendas de llamativos suvenires made in China para engordar nuestro equipaje. Hicimos una parada en una zona callejera donde era barato alimentarse con dulces y comida local.
Tikal
Recuperamos energía y tras disfrutar de un tiempo que consideramos suficiente para invertir en Flores, subimos a un nuevo furgón hacia la joya de la corona de Guatemala: las ruinas mayas de Tikal.
Como en Semuc Champey, es aconsejable dormir dentro del parque de Tikal para comenzar la aventura dentro de su corazón, desde muy temprano. Para eso tuvimos que comprar las entradas del amanecer en un banco de la ciudad de Antigua, de lo contrario el puesto fronterizo no nos hubiera permitido acceder dentro del perímetro.
Patrimonio de la Humanidad desde 1979, Tikal tiene uno de los asentamientos mayas mejor conservados del mundo. Entre 200 y el 900 d. C. la ciudad fue la bandera maya más importante en América, y todavía hay MUCHO POR DESCUBRIR.
Llegamos a nuestro hotel, Tikal Inn. Era un lugar que enamoraba a todo aventurero. Emplazado en el centro de la naturaleza también tenía limitado el acceso a la electricidad y al agua caliente. Aún así, era muy acogedor, con pliegos históricos adornando las habitaciones y esas figuras de madera hechas a mano que siempre me quedo embobado mientras admiro.
Nos presentaron a nuestro guía, Contreras, un joven guatemalteco apasionado por la cultura maya y la historia de su país. La frase que nos dijo justo después de estrecharme la mano me volvió a dar una bofetada de realidad: «A las cuatro de la madrugada les espero listos». Me di cuenta que de nuevo no íbamos a descansar demasiado, pero iba a merecer la pena.
Dormimos poco más de tres horas y al salir al hall ahí estaba Contreras, listo y ataviado con su ropa de explorador. Nos rociamos de espray antimosquitos y comenzamos la caminata hacia el interior del parque bajo una total oscuridad y los rugidos del mono aullador como comparsa, que más bien parecían los de un T-Rex.
A la entrada del parque había un cartel que prohibía el uso de drones. Hacía unos años un águila sagrada tuvo un encuentro con un cuadricóptero que acabó con su vida (la del águila), y desde entonces no se permiten en toda la zona.
Subimos a la torre IV y en silencio, comprobamos cómo los primeros rayos del día acariciaban legendaria roca sagrada, árboles y montañas, hojarasca y nubes, monos y aves de todo tipo a quienes no les parecía importar si era de noche o de día.
Unas quince personas nos encontrábamos en absoluto silencio, respetando el despertar de la madre naturaleza, sentados mirando cómo se abría paso el sol a través de la bruma. Nos trasladamos a tiempos inmemoriales donde los mayas eran los reyes del nuevo mundo.
Amaneció y regresamos escaleras abajo para seguir nuestro camino.
Las ruinas de Tikal estaban conservadas de forma impoluta. El reloj retrocedía 2000 años al entrar al complejo de 16 kilómetros cuadrados que contenía entre 3.000 y 4.000 restos mayas, entre edificaciones y monumentos. Sentimos el palpitar de la tierra y casi podíamos escuchar los rituales del hechicero del clan. Los tambores y los gritos de los sacrificios. Los susurros y los cánticos sagrados. En definitiva, el alma de los que hicieron de aquel lugar un punto legendario que será recordado para siempre.


Las pirámides estaban numeradas del I al V. La más alta era la torre IV, desde la que vimos amanecer, y la mejor conservada era la III, pirámide que fue rescatada gracias a fondos de nuestro país.

Gracias a Ana, una chica 10 que se ha ganado por méritos propios ser un miembro de honor en el Aventuhero team.

Nos vemos pronto!
¡Gran experiencia! la verdad que teníamos dudas de Guatemala como destino, pero leyendo tu relato estamos muy convencidos. Lo de dormir en la selva siempre ha sido nuestro sueño así que…¡ lo vamos a hacer!
Un saludo desde Murcia.
¡Gran experiencia! La verdad que teníamos dudas de Guatemala como destino, pero siempre quisimos dormir en su selva…¡ y nos has convencido!
Saludos desde Murcia
Hola Marta! Espero que te guste, Guatemala es espectacular, aunque no se parece mucho a Murcia 😀
Si buscas jungla, naturaleza, pirámides, volcanes, playazas y gente con un corazón que no le cabe en el pecho, no lo dudes! Let´s go to Guatemagia. No te arrepentirás
Es uno de los viajes pendientes y con esta súper guía haré de mi aventura por Guatemala una experiencia inolvidable. Prometo dar detalles a mi vuelta y contaros los misterios que me desvelen a mí la jungla, las pirámides, los lagos y los volcanes. Un abrazo enorme.