Un viaje a Santorini y Mykonos, dos de los destinos más famosos en las Islas Cícladas.
El primero por el misterio de un cráter dormido que se esconde bajo las olas, por las casitas de corte andaluz de blancas paredes y tejados azules que visten sus acantilados de roca volcánica y por las increíbles y embriagadoras puestas de sol.
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El segundo destino reclama vida nocturna, callejuelas de diseño empedradas de sonrisas impolutas y calas exclusivas donde reina el ambiente de celebración de la vida sin censura.
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Santorini, el embrujo de la ladera blanquiazul que se funde con el Egeo
Hace muchos, muchos años, un volcán perdido en el Egeo entró en erupción y registró una de las explosiones más grandes de la historia, tanto que se encontraron restos de sus cenizas en Canadá y en China. Fue un big bang de tal magnitud que provocó un maremoto que desoló el Mediterráneo Oriental y muchos opinan que fue el origen de la leyenda de la Atlántida. Como resultado, se formó un cráter cuya cima sobresale del mar y dibuja un anillo único en el mundo en las conocidas como Islas Cícladas.
Este archipiélago que rodeaba la enorme caldera primero se llamó Kallisté, ‘la más hermosa’, más tarde se rebautizó como Thera, en honor al fundador la colonia doria, Teras. Después los mercaderes venecianos la llamaron Santa Irene y el nombre evolucionó hasta Santorini. Hace casi 200 años Grecia volvió a llamarla Thera, pero el peso popular del nombre de Santorini es tan fuerte que se mantiene como nombre oficial.
Desde el puerto de Rafina, en la costa este de Atenas (qué ver en Atenas), cogimos un ferri que tardó algo más de siete horas en avistar el puerto de Fira, el lugar más recurrido donde atracan las grandes embarcaciones que llegan a Santorini. Era agosto y cuando nos acercábamos a la isla, una notable cantidad de barcos medianos e imponentes cruceros se acercaban al muelle para dejar y recoger a los viajeros.
En cuanto se abrió el portón del barco y se posó sobre tierra firme, salimos ansiosos de estirar las piernas y conocer desde dentro una de las postales más famosas del Mediterráneo.
Fira
En el puerto siempre hay varios autobuses esperando a los ferris que llegan desde el otro lado del horizonte. En temporada alta es fácil que se llenen de pasajeros rápido y cuando están completos te dejan en el centro de la capital en una media hora por un puñado de euros.
La estación de autobuses de la ciudad es uno de los corazones de la isla, donde puedes conectar con el resto del mapa por un módico precio. En la plaza anexa encontramos un puesto callejero que se encargaba de guardar las maletas de los ‘visitantes sin hospedaje’, por si eres de los que no puedes quedarte a dormir.
Ascendimos calle arriba caminando entre turistas y tiendas de suvenires en dirección al acantilado hasta que entre las paredes de los callejones se descubrió ante mis ojos un atardecer de esos que dices… ‘¡WOW!’
Fira es la capital de Santorini, el núcleo de población más grande del archipiélago, donde convergen cientos de calles escalonadas, casas blancas, restaurantes de excelente comida griega, hoteles con balcones de ensueño y piscinas infinitas.
Según caminábamos, nos cruzábamos con miradas de todas las lenguas que gastaban la memoria de sus teléfonos móviles fotografiando cada centímetro del entorno. En lo alto de la ladera, la Catedral Metropolitana Ortodoxa presidía la estampa y ofrecía unas vistas inigualables de Nea Kameni, una isla que asomaba desde el oeste y guardaba bajo su falda un volcán activo.
Hace años un gran trasatlántico (Sea Diamond) quedó encallado cerca del antiguo puerto de Fira y acabó sumergiéndose en el fondo del mar, por eso los cruceros que quieren dejar a sus clientes directamente en el puerto antiguo de la ciudad a la falda de la montaña, utilizan pequeñas barcas que dejan a los visitantes a la falda de Fira. En ese caso, existe un teleférico y un servicio de ‘pobre burros maltratados’ que te transportan a lo alto de la población.
Seguimos nuestra ruta sin mapa, caminando y perdiéndonos a través de los laberínticos caminos que se abrían a nuestro paso, hasta que nos encontramos en una terracita discreta, escondida de ojos ajenos y donde preparaban un risotto espectacular.
Mantengo su nombre con recelo y te diré cómo se llamaba, pero apúntalo y guárdalo como un secreto, si va demasiada gente perderá su encanto: Argo Restaurant.
El sol se despidió entre bocados de arroz y copas de vino. Dimos un último paseo caminando entre las calles, comimos uno de los increíbles helados que hay en los puestos callejeros y nos dormimos con vistas al mar.
Playa Roja, la playa de Marte
Al día siguiente compartimos un taxi con otros viajeros y en una media hora nos dejó cerca de la playa más característica de Grecia. Un lugar donde Marte, la luna y el mar se juntan para configurar un paisaje único que mezcla el rojo intenso del desfiladero y el turquesa intenso del Egeo.
El parking donde nos bajamos ofrecía una fotografía completa de todo el panorama. Decenas de sombrillas se posaban sobre la arena y los bañistas que habían osado acceder al difícil entorno disfrutaban de un baño exclusivo.
Oia, el atardecer perfecto
Después de disfrutar de la primera mañana tranquila del viaje, nuestro próximo destino era otro de los atardeceres más famosos del país. Regresamos a Fira y fuimos a la plaza de autobuses, dejamos nuestras maletas en el puesto que vimos el día anterior y nos subimos ligeros de equipaje a un nuevo autocar.
Esta vez el autobús iba abarrotado de gente y en tres cuartos de hora viajando de pie, en el pasillo, llegamos a Oia, en el noroeste de la isla. Las calles eran similares a las de Fira, mantenían el ‘look’ azul y blanco, escalonadas y escarpadas, empedradas y embriagadoras, llenas de tiendas y de restaurantes de diseño, pero sobre todo mantenían el mismo espíritu de libertad mediterránea.
La principal diferencia eran los techos ovalados azules con la cruz blanca, el toque personal de una localidad que cuenta con la mayor concentración de cámaras de fotos para inmortalizar el atardecer más famoso de Grecia.
Me quedé con las ganas de subir a la roca de Skaros y bañarme en las aguas termales. Si tú vas, viajero, cuéntanos tu experiencia y transpórtanos con tus imágenes hasta allí.
Mykonos, isla de libertad
Cuando se fue el sol recogimos nuestras maletas y nos dirigimos de nuevo al puerto de Fira para subirnos a uno de los ferris nocturnos que nos iba a llevar a Mykonos.
El ferri se retrasó y nos quedamos adormilados pero alerta en el muelle, mientras otros viajeros más confiados se tumbaban con sus mochilas y descansaban a pierna suelta.
Cuando nuestro barco llegó por fin, necesitamos un par de horas de trayecto hasta que avistamos el puerto de Chora después del amanecer. Desde el nuevo malecón había un paseo demasiado grande hasta el centro histórico como para cubrirlo andando. Teníamos la opción de sortearlo en taxi terrestre o en water taxi. Escogimos la segunda opción y descubrimos que era un método más divertido para llegar hasta el núcleo de Mykonos.
Mykonos es junto con Santorini la isla más turística del Egeo. El nombre de Mykonos significa masa de piedras o lugar rocoso, aunque la leyenda atribuye el nombre a un héroe llamado Mykonos, hijo del Rey de Delos.
Mykonos es conocida como la isla más moderna, artística, ociosa, divertida y liberal de Grecia. Es mundialmente famosa por sus playas y su ambiente. La música house y chill out suena desde los altavoces de todos los pubs a pie de orilla y el culto al cuerpo es uno de los trending topics entre todos los visitantes. Muchos la llaman la Ibiza griega.
Todavía desperezándonos por una noche donde no descansamos lo suficiente, atravesamos el centro histórico cargados con nuestras mochilas y descubrimos que la estética de la zona mantenía las premisas de todas las Islas Cícladas: paredes blancas y puertas, ventanas y tejados pintados de azul intenso.
Descubrimos las galerías de arte más madrugadoras que ya estaban abriendo sus puertas, todos los rincones callejeros y las plazas estaban decoradas por balcones floridos y nos perdimos por las sinuosas calles que estaban bastante pobladas de transeúntes a pesar de la hora temprana que marcaba el reloj.
Nos paramos en uno de los múltiples negocios donde alquilar un quad y nos hicimos con uno por 50€ el día. Nuestro hotel estaba en Ano Mera, el otro núcleo con más población de la isla, al este. Los hoteles en agosto tienen precios bastante elevados, si dejas tu viaje en manos de Viajes Carrefour contarás con ofertas que harán tu experiencia más económica y serás mucho más feliz 🙂
La isla no era muy grande, menos de 90 m2, así que nos subimos a nuestro nuevo compañero de viaje de metal y en cuestión de treinta minutos llegamos a nuestro hospedaje para dejar las maletas y disponernos a recorrer la piel de todo el mapa.
Al llegar a nuestro destino la infinity pool nos sedujo demasiado como para negarnos a un relajante baño que nos reconfortara y llenara de energía tras pasar la noche entera entre el puerto y el mar.
Con la energía de nuevo al máximo, cogimos dos toallas, el drone, la cámara de fotos y los cascos de los quads para ponernos de nuevo en acción. queríamos hacer una ruta por las playas.
Antes de visitar la primera cala, nos detuvimos en un puesto familiar de una carretera secundaria y probamos comida local. Disfrutamos de las típicas moussakas y comimos panes de pita con salsa tzatziki. De postre nos aconsejaron la amygdalota, una delicia dulce almendrada que fue el broche a un almuerzo delicioso.
Recorrido por las playas de Mykonos
Teníamos un día entero para poner a todo gas nuestro pequeño 4×4 y llegar a las calas más recomendadas de la isla. Lo más conocido de sus playas no es la belleza, es el ambiente. Por lo general todas cumplen con el patrón de no ser muy grandes, el espacio entre la arena y la roca es estrecho y el agua es muy cristalina. Las más grandes cuentan con clubs que esparcen sus glamurosas hamacas cerca de la orilla y sirven la comida en primera línea de ola, las calas más escondidas están desiertas y a mí me gustan mucho más.
Esta es la lista de mis favoritas:
En el norte | Agios Sostis: salvaje, desierta, sin restaurantes ni hoteles, playa en bruto. Escoge Ftelia si lo tuyo es el surf.
Oeste | Agios Ioannis: más turística y accesible. Con buenas vistas de Delos, la isla de enfrente.
Sur | Agrari: para mi gusto, demasiadas sombrillas y familias, pero es tranquila y de fácil acceso.
Sur | Paradise: una de las más conocidas. Si lo tuyo es una playa muy animada con cuerpos esculpidos con cincel y te gusta hacer nudismo, este es tu sitio. Allí se encuentra el Paradise Beach, perfecto si lo que quieres es perderte en la más famosa noche griega.
Después de otro anochecer embriagador en la última parada de nuestro ‘beach tour’ y tras hacer muchos kilómetros entre las playas más reconocidas, cerramos nuestro primer día en Mykonos en una piscina que nos enamoró.
Amanecimos y nos quedaba un día entero en la isla, queríamos recorrer bien el pueblo y disfrutar del casco antiguo de Chora.
Chora
Utilizamos por última vez nuestro quad para ir desde Ano Mera a Chora y dejarlo de nuevo aparcado donde lo recogimos, para recorrer el centro a pie.
Nos empapamos del colorido de las laberínticas calles, nos sorprendimos por lo arreglada que iba la gente que cubre sus plazas desde primera hora del día, vimos desde dentro la iglesia del barrio de la plaza mayor, del siglo XVI, y la Catedral de la Virgen Ceotókos que se encontraba a su lado, nos tropezamos con los restaurantes que extendían sus terrazas por todo el empedrado, visitamos el barrio de Kastro y los viejos restos de un castillo derruido, nos paramos en los mercadillos locales más concurridos y nos hicimos con algún recuerdo en la calle de las compras, Mattogianni.
Se despertó nuestro apetito y comimos comida local en el restaurante Souvlaki Club, bastante recomendable para comer buena comida local a buen precio.
Con el estómago lleno seguimos nuestra ruta y fuimos a visitar los famosos molinos, símbolo de la isla, que decoraban las suaves colinas. Eran 16 característicos molinos de viento famosos en todo el país, similar a los gigantes de Don Quijote, revestidos con paredes blancas y techos de paja.
Continuamos nuestro recorrido hasta el barrio de Alefkandra, el barrio del arte, zona que era conocida como la Pequeña Venecia de Mykonos.
Queríamos compartir un brindis a la altura del viaje tras un recorrido mágico sobre las zonas TOP de Grecia. Nos tomamos un cóctel en la terraza de Caprice Club, uno de los muchos locales que ofrecen música y buen ambiente con el atardecer de Chora como premisa.
Así pusimos el broche a un viaje que te inspira, te relaja y te deja con ganas de más, de mucho más.
Grecia (descubre aquí: imprescindibles de Grecia) son un montón de islas, entre las más bonitas las islas jónicas, Grecia es la cuna de la civilización, es cultura, es sol, es gastronomía de chuparse los dedos (gastronomía griega) y atardeceres de ensueño. Grecia es un país muy desconocido a pesar de estar tan cerca. La gente es hospitalaria hasta niveles difíciles de creer, sus islas ofrecen paisajes únicos, los templos que esconde asombran al viajero más experimentado y las ruinas de su cultura clásica son de los monumentos históricos más visitados junto con las pirámides egipcias y el coliseo romano.
Gracias Grecia, esperamos volver pronto para seguir descubriendo un poco más de ti.