Desde que tenía 12 años, hay una canción que me ha puesto el vello de punta desde que la escuché por primera vez. Un amanecer incandescente de un imponente y enrojecido sol rasgado, titubeante por la bruma del alba. Un grito a la vida de una lejana tribu que veneraba al reino animal. Una melodía que me hizo enamorarme del continente más misterioso, mágico y salvaje.
Destino: Sudáfrica.
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Además de por la sabana, Sudáfrica es famosa por capítulos históricos como la obra de Nelson Mandela, nuestro Mundial de fútbol, el apartheid o una vida salvaje desbordante por tierra, mar y aire.
Qué verás y harás en un Safari por Sudáfrica

Parques Nacionales
La mejor época para visitar los Parques Nacionales es en la estación seca, de abril a octubre. Desde noviembre a marzo es más fácil que disfrutes de una experiencia pasada por agua. Nosotros nos decidimos por diciembre. Mi amigo y compañero de aventuras Jorge y yo, cogimos un vuelo directo a Johannesburgo, el epicentro de la cultura occidental de África que tiene más de 50 millones de habitantes y 11 idiomas oficiales.
Tras haber estado más de diez horas sobre las nubes, llegamos al aeropuerto y cambiamos euros por rands sudafricanos, la moneda autóctona. 1 € equivale a unos 15 ZAR.
Cogimos las mochilas y salimos a la carretera. María, nuestra guía de origen español que lo dejó todo tras enamorarse de aquella tierra, nos estaba esperando en un Land Rover de grandes ruedas manchadas de barro, era una pista sobre lo que nos esperaba.
Nuestro plan no era quedarnos en la ciudad. Buscábamos la aventura, vivir entre vida animal libre, perdidos y en un entorno sólo apto para enamorados de la indomable madre naturaleza.

Mabula Game Lodge
Tras casi tres horas en el vehículo, comprobamos cómo los paisajes de acero, asfalto y cristal dejaron paso a una cordillera verde, grandes arboledas y caminos de tierra. Habíamos llegado a las montañas de Waterberg, donde estaba la entrada del famoso Mabula Game Lodge. 12.000 hectáreas de selva, explanadas y caminos plagados de sorpresas. Era uno de los pocos Parques que conservaba los llamados Cinco Grandes dentro de sus fronteras, (el león, el leopardo, el rinoceronte, el búfalo y el elefante), y queríamos verlos todos.

Tras un largo viaje sobre la carretera, accedimos a la entrada del complejo, donde bajo un enorme arco de madera nos dieron la bienvenida varios nativos bailando danzas ancestrales. Estábamos de enhorabuena, habíamos llegado a tiempo para llevarnos algo de comida a la tripa, (carne de cocodrilo con salsa y guisantes) y así reponer energías.

Con el estómago lleno nos dirigimos a una cabaña que tenía nuestro nombre. Descubrimos una habitación acogedora, amplia y perfectamente ambientada al entorno. Abandonamos nuestro equipaje, nos dimos una ducha rápida y preparamos las cámaras de fotografía y vídeo. No teníamos tiempo para tumbarnos en la cama y salimos directos a la camioneta que nos esperaba, íbamos a hacer la primera exploración del terreno.
Michael, excombatiente sudafricano, con visibles secuelas de la guerra y curtido en mil batallas, iba a ser nuestro conductor y ranger por los próximos tres días.

Nos subimos en la parte de atrás de un 4×4 preparado para la acción. El sol estaba arañando el horizonte y habíamos llegado a tiempo para disfrutar de uno de los atardeceres más famosos de la tierra, los de África.

Comenzamos la ruta mientras Michael nos contaba qué se escondía dentro de lo que parecía un Parque infinito.
Un safari no se trata solo de ver, se trata sobre todo de sentir. Podría hablaros de la delicia para los sentidos que supone contemplar la vida salvaje desde dentro o parecer invisible en el día a día de la sabana africana.

Sentía ese cosquilleo del estómago mientras observaba a pocos metros el semblante y paso imponente del Rey de la Selva, la carrera de una manada de ñúes rodeándonos como a Simba o el bostezo de una boca interminable de un hipopótamo que estaba agazapado en la laguna.


Hicimos varios viajes sobre un extensísimo recorrido que nos hizo olvidar que el mundo que conocíamos seguía su curso ahí afuera. Disfrutamos de atardeceres entre leones, de las vistas de cuellos kilométricos de jirafas sobre las copas de las acacias, noches entre cebras y antílopes a los que les brillaban los ojos a la luz de la luna y aullidos de monos que nos envolvían en el ambiente.


A cada minuto que pasaba encontrábamos una aventura. Tuvimos que huir de rinocerontes enfurecidos o cambiar de camino porque un gran cocodrilo nos cortaba el paso.


Fue una gran experiencia el ser testigos del despertar de elefantes africanos, el mamífero terrestre más grande del mundo, y descubrimos cómo a pocos metros de allí los primos de Pumba rebuscaban comida entre la hierba.


Seguimos en busca de los Cinco Grandes. Tachamos el león, el búfalo, el rinoceronte y el elefante de nuestra lista.

El único que se escapó a los objetivos de nuestras cámaras fue el leopardo. Sólo unas huellas en el barro atestiguaron su presencia cerca de nuestro grupo, pero prometimos que volveríamos pronto para encontrarlo.
He hecho bastantes safaris en mi vida, y puedo deciros de corazón que este es el mejor, sin duda:
Fueron tres días muy completos que nos quitaron el aliento y nos devolvieron el afecto por una vida animal que de dónde venimos se ve sólo a través de la televisión. Compartimos grandes momentos con nativos de las tribus autóctonas, probamos su comida y descansamos en el corazón de la jungla durante tres noches que nunca olvidaré.

Hazyview Elephant Sanctuary
Dibujamos en el mapa un nuevo destino, nos dirigimos a Hazyview Elephant Sanctuary. Era una reserva natural de elefantes sudafricanos, animales rescatados que vivían en cautiverio.

María nos guió en su furgoneta durante varias horas hasta el complejo, una finca de decenas de hectáreas donde también se desplegaba en libertad una gran cantidad de especies. Allí encontramos tres paquidermos enormes y dóciles, que nos permitieron conocerlos más de cerca.
Los elefantes africanos son los más grandes del mundo y no son domesticables como los asiáticos, pero estos en concreto habían sido criados en cautiverio por especialistas desde que eran crías para protegerles de los cazadores furtivos. África nos volvió a brindar la oportunidad de sentir de cerca a unos animales únicos.
Lion Park and Safari Park
Dejamos lo mejor para el final.

En Johannesburgo nos esperaba el Lion and Safari Park, un lugar destinado para dar a conocer al Rey de la Selva. El objetivo del centro era cuidar a las especies de león del país. Sus responsables trabajaban por la concienciación de la población africana y mostraban el peligro que corre el icono por excelencia del reino animal. El recinto contaba con cuidadores profesionales orientados a reintegrar a los leones a su hábitat natural. Además, ofrecía la oportunidad de compartir un rato imborrable al lado de Simba.

No es solo un viaje más para nuestra mochila de recuerdos, es una aventura a través de la sabana que abre el alma y depura por dentro. Un baño de vida indómita y salvaje, un reencuentro con nuestro ‘yo’ más instintivo. Gracias como siempre a Jorge, un gran amigo con el que compartir mil aventuras. Nos veremos pronto, África.
Que viajazo!!! Después de leer este post nos hemos decidido a realizar este magnífico viaje!!!! Ojalá veamos todos estos animales y al leopardo también!
Nos pondremos en contacto con viajes Carrefour para contratarlo!