Vuelvo al camino, en esta ocasión visito la maravillosa Colombia y os dejo los 4 lugares que no debes perderte en tu viaje a éste maravilloso y colorido país caribeño. Acompáñame por éste increíble destino!!
Colombia es el aroma de Latinoamérica, el colorido de las fachadas de Cartagena, el edén de puro Caribe bañando sus archipiélagos, la selva más profunda del Parque Tayrona y la cercanía de las miradas que salpican sus cálidas calles de música.
Colombia, la tierra bautizada en recuerdo de Colón, (Cristtoforo Colombus), es todo eso y mucho más.
Esta es la ruta recortando su costa por cuatro lugares que harán las delicias de todo viajero sediento de cultura, historia y aventura.
Cuatro lugares que no te puedes perder de Colombia
Cartagena de Indias
Durante todo el año el calor domina el clima y desde diciembre hasta abril es la denominada estación seca. La moneda es el peso colombiano, y unos 30 € equivalen a aproximadamente 100 pesos. Es fácil pagar con dólares en las zonas más turísticas.
Cuando nuestro avión descendió podíamos ver mastodontes de hormigón y cristal que abarrotaban la primera línea de playa y contrastaban con las humildes casas del extrarradio.
Tocamos tierra a las 7:00h de la mañana en el aeropuerto Rafael Núñez. Varias casas de cambio nos invitaban a comprar moneda colombiana antes de atravesar las puertas que conducían a la carretera. Por poco más de 6 dólares un buen hombre metido a taxista nos dejó dentro de la ciudad amurallada.
Habíamos alquilado una habitación y hasta las 13:00h no podíamos ocuparla, así que fuimos directamente a la playa para comenzar a peinar la zona.
Fuimos presos de uno de los timos más recurrentes: caminando cerca de la orilla nos vio un hombre que portaba un cubo lleno de cangrejos. Pudo comprobar el hambre y el cansancio en nuestro rostro y nos invitó a comer algunos crustáceos mientras los bañaba de lima y nos los pelaba con un cuchillo. Estaban frescos y exquisitos, llevábamos muchas horas sin comer y más aún sin dormir. Tras llevarnos varios a la boca, paramos para preguntar por el precio, y te puedo asegurar que fue absolutamente desorbitado.
Continuamos por el paseo marítimo de la ciudad, que estaba lleno de vida incluso en esas primeras horas de la mañana. Varios edificios altos se levantaban a nuestro paso con muchos centros comerciales, los llamados Mall, que invitaban a los ciudadanos de clase alta y a los turistas a dejarse seducir por el capitalismo.
Por fin llegó la hora y nos dirigimos a nuestro hospedaje, nos desprendimos de las mochilas y nos dimos una ducha bien fría para combatir el calor. No queríamos descansar, estábamos ansiosos por descubrir un nuevo mundo en el que acabábamos de aterrizar.
La zona más atractiva de Cartagena de Indias es la ciudad amurallada. Calles empedradas, colores pastel, tonos vivos y grafitis increíbles son el santo y seña de un lugar con vida que brota a borbotones desde cada rincón. Unas murallas típicas de la colonización española y la sensación constante de pasear sobre las calles de Granada atrapan desde el primer minuto al viajero.
Castillo San Felipe de Barajas, una de las siete maravillas de Colombia
Cerca de la zona amurallada un imponente castillo de hace más de 350 años preside el horizonte. Patrimonio de la Unesco, historia y cultura de Colombia, es otro de los rastros de la época española. Sobrevivió a innumerables asedios por parte de franceses e ingleses.
En lo más alto de sus torreones la vista de Cartagena de Indias es embriagadora por su grandeza.
Se puede ver desde la zona más humilde del extrarradio hasta la grandeza de su puerto, que fue uno de los más importantes de Suramérica en la época de colonizadores, corsarios y piratas.
Cañones y muros de piedra omnipresentes en toda la estructura hacen recordar a castillos de nuestra península como el de Santa Bárbara en Alicante.
Nos perdimos por los pasadizos angostos donde vivían los soldados y se encerraban a los prisioneros. El castillo de San Felipe revive la grandeza de la conquista española y también su cara más amarga. Pero además de toda la historia que representa, hay un atractivo casi mágico que pone una nota de color a los pies de la edificación, el trompetista Gabriel Jiménez Morillo.
Un entrañable músico que lleva muchos años sin faltar a su cita, pegado siempre a su instrumento de viento y haciendo bailar todos los días hasta las rocas tocando música típica colombiana.
La Muralla de Cartagena
La zona más atractiva de la ciudad es la zona amurallada. Nos dejamos perder entre sus calles y descubrimos grandes plazas coloreadas de tonos pastel, iglesias católicas y museos dignos de visitar para comprender un poco más la historia de una población que fue fortificada por los españoles para defender todas las riquezas que se encontraban en su corazón.
La Plaza de las Bóvedas de 47 arcos, que de cárcel ha pasado a zona de artesanía, el museo Naval, que cuenta la historia desde los piratas hasta la actualidad, la Torre del Reloj o el maravilloso ambiente de la plaza de San Pedro Claver son puntos que encontrarás en todas las guías de la ciudad y no te puedes perder.
Pero lo que más me sorprendió fueron los artesanos que arreglaban cualquier problema en tu reloj, reparadores de viejas máquinas de escribir, predicadores de la Biblia a golpe de micrófono acompañados de bostezos de quien escuchaba, payasos callejeros dibujantes de sonrisas o curtidos vendedores de ‘jugo’ de naranja en mitad de la calle.
Nos perdimos entre las miradas de la gente y nos dejamos caer en los brazos de una hospitalidad abrumadora de un lugar que te hace sentir siempre como en casa.
Cayó el sol y acabamos por descubrir las zonas de más ambiente, primero en Café Havana y después terminamos la noche bailando salsa en Café del Mar hasta que nuestros cuerpos no aguantaron más.
Puerto de Cartagena de Indias
En Colombia amanece pronto, desayunamos fruta, tortitas de maíz y excelente café colombiano y nos dirigimos al puerto.
En el trayecto nos encontramos con Don Orlando Herazo Zúñiga, un veterano de guerra de la Guerra de Corea. Para ser sinceros no sabía que Colombia había entrado en conflicto nunca con aquel país, pero Orlando sí se acordaba, se acordaba bien, y quiso compartir su historia con nosotros:
Tras la Segunda Guerra Mundial, Corea quedó dividida. EEUU lideró una alianza de 16 países, entre ellos Colombia con casi 5.000 soldados que fueron a defender a Corea del Sur de su enemigo, Corea del Norte, y consiguieron frenar su invasión. En 1953 se puso fin a las hostilidades y hubo casi 200 muertos y 400 heridos dentro del pelotón colombiano.
Orlando se quejaba de que el Gobierno se había olvidado de sus excombatientes y nos mostraba orgulloso su carnet de veterano de la guerra en Corea, una asociación que formaron los descendientes de estos excombatientes para defender sus derechos tras ser abandonados por sus gobernantes.
Seguimos la pista del sonido de las olas. Unos grandes pegasos custodiaban el muelle y la vida se aceleraba cuanto más nos acercábamos a los barcos atracados.
Sus grandes fortificaciones, paseos empedrados y carabelas expuestas en el malecón nos dieron la bienvenida, el puerto de Cartagena de Indias nos trasladaba de nuevo a la época colonial.
Nos habían hablado de unas islas donde se había inventado la palabra ‘paraíso’, y queríamos dar fe alejándonos del bullicio de la ciudad.
Islas del Rosario
Rosario es un archipiélago de casi treinta islas de varios tamaños. Tropicales, verdes y llenas de vida que ocultan bajo sus cálidas aguas turquesa uno de los arrecifes coralinos más importantes del país. Algunos islotes son enormes y otros más modestos, muchos de ellos presididos por casas de lujo que pertenecen a famosos.
Playa Blanca
En el malecón nos montamos en una barcaza abarrotada de gente. Tras un viaje lleno de contrastes, salimos de una costa custodiada por rascacielos y desembarcamos en una playa paradisiaca tras clavar la proa de nuestra embarcación en la arena. Kilómetros de orilla blanca flanqueada por palmeras brillaban bajo el sol.
Es el litoral más famoso de la zona, un punto privilegiado donde se concentraban los turistas y los habitantes de la península de Barú.
En las primeras horas de la tarde, casi todos los visitantes de la playa vuelven en barcas a la ciudad. Ese fue el mejor momento para nosotros. Nos quedamos prácticamente solos en toda la costa. Hablando con los comerciantes de fruta fresca, compartiendo el manso atardecer del Caribe, jugando al fútbol playa con los chavales colombianos y apagando nuestras ganas de velocidad sobre una moto de agua.
Necesitábamos saciar nuestro apetito. Conocimos a Kim, la mejor cocinera del Caribe, y nos proporcionó una cena de auténtico lujo en un restaurante que no tenía paredes, ni techo, ni suelo, sólo una mesa de plástico y dos sillas dispuestas sobre arena mojada en la orilla donde agonizaban apacibles las olas. Comimos arroz y pescado fresco mientras los cangrejos nos sorteaban al salir del mar y las estrellas salpicaban un cielo convertido en un oscuro manto infinito.
Encontramos una cabaña donde poder quedarnos a dormir, Hugo´s Place. Una habitación construida sobre un árbol con palos de madera y un colchón protegido con una mosquitera. Absolutamente recomendable, ¿o no?
Amanecer
Despertamos en el corazón del Caribe y la playa todavía estaba desierta. Queríamos descubrir todos los tesoros que se ocultaban en la zona y el propio Hugo nos llevó en su barca a través de los secretos de lo que llamaba ‘su mar’. La playa de dos costas de Cholón donde comer por pocos pesos langosta recién pescada, un fondo marino de miles de colores, manglares amazónicos y la playa perdida… Mejor no te lo cuento, te lo muestro:
Todo lo de dices es cierto ….Cartagena es todo lo maravilloso que describes, te leo y revivo recuerdos inolvidables junto a la Heroica